Revista Aguada
16/12/2022
Sr. Supervisor de Nivel Medio y Superior Lic. Pastor Nieto, Sra. Asistente Técnico Territorial Prof. María José Morales, Sres. Directores de los I.S.F.D. de la Zona III, Autoridades presentes de las Universidades …………………………………………………………………………………………………………………………………………………, docentes, estudiantes, público en general tengan todos ustedes muy buenos días.
Hoy nos convoca una acontecimiento muy importante, el 1° ATENEO ZONAL DE LA PRÁCTICA DOCENTE, el genera un espacio de intercambio de las distintas experiencias que atravesaron las trayectorias académicas de nuestros estudiantes en período de Pandemia y post pandemia.
Durante los años 2020 y 2021 nos encontramos con una realidad que nos atravesó sin aviso previo: una pandemia de una excepcionalidad histórica mundial. Nos sumergimos en un escenario social, económico y educativo sin precedentes. Cambiaron las reglas que ordenaban y organizaban nuestra vida cotidiana. El afuera que siempre conocimos se convirtió en un adentro que no sólo trastocó la convivencia sino que además modificó los roles tradicionales de quienes conformamos la comunidad educativa. De la noche a la mañana nos encontramos con la escuela cerrada físicamente y nos enfrentamos a un gran desafío: sostener el vínculo pedagógico y social del que las instituciones educativas siempre se han hecho cargo.
En ese contexto le tocó a la escuela repensar estrategias que permitieran llegar a todos los estudiantes para mantener el lazo pedagógico entre escuela-sujeto que aprende.
Tejer redes de contención, acompañamiento y aprendizaje permanente fue nuestro objetivo. Los /las docentes, los equipos de orientación en un breve tiempo, incorporaron a su tarea sin límites de horario, el uso de diferentes plataformas, recursos digitales y programas para mantener el vínculo personal, didáctico y académico con los/las alumnos/as estudiantes y familias.
En ese tiempo en donde la cotidianeidad se vio afectada y donde fue necesario adaptarnos a una nueva forma de convivir, la educación vio alterada su naturaleza de origen. Como hecho inédito, la escuela como materialidad, se vio obligada a cerrar sus puertas. Sus aulas, lugar histórico de encuentro entre docentes y alumnos, se llenaron de silencio. Este hecho impacto en la formación docente inicial, que no solo debió adaptarse a la virtualidad sino que perdió un espacio ineludible de formación: la escuela. Sin embargo, el contexto que nos limitaba también nos invitaba a reflexionar sobre el quehacer educativo.
La web 2.0 irrumpió sin control en el ámbito de la formación docente inicial en un contexto plagado de incertidumbre. La continuidad de los aprendizajes, interrumpidos de manera abrupta, se hizo posible gracias a la tecnología, los espacios y recursos que ella nos ofrecía. La incertidumbre dió lugar al temor ante aquello que conocíamos y no utilizábamos o aquello que nunca nos pareció necesario conocer, y en ese momento la opción era una sola: conocer y utilizar. Fue así como el espacio virtual se convirtió en un lugar de descubrimiento e improvisación: usamos aulas virtuales, creamos grupos de WhatsApp, realizamos video llamadas, produjimos audios y videos explicativos, entre otros. Nos urgía acercarnos a nuestros alumnos, necesitábamos que sientan nuestra presencia y darle continuidad a su trayecto de formación. Sin darnos cuenta empezamos a crear un vínculo y un modelo educativo basado en compartir, colaborar y participar en la construcción y generación de conocimiento y de espacios para dicho fin (Romaní y Kuklinski, 207), introduciéndonos obligadamente en el mundo de la web 2.0.
Lo cierto es que la Web 2.0 no surgió en ese contexto de pandemia mundial, sino que su uso en educación se venía dando en distintos ámbitos, lo novedoso fue como el nuevo contexto nos obligó a descubrirla y adoptarla y mucho más novedoso fue ver que nos dejó cuando volvimos a nuestra cotidianidad perdida y añorada.
La pandemia nos planteó un desafío difícil: lograr que los alumnos aprendieran a la distancia con los recursos que la tecnología nos ofrecía. Por ello nos vimos en la tarea de planificar alejados de las concepciones y significados tradicionalmente construidos en torno al proceso de enseñanza- aprendizaje, el aula material se desdibujó y las aulas virtuales representaron la continuidad y la esperanza pedagógica de poder llegar a todos. Por su parte, en la formación docente inicial los tres campos de formación: el disciplinar, el de la práctica docente y el general, con sus propias lógicas organizativas debieron adaptarse y seguir cumpliendo con los objetivos de la formación. El campo que más se vió afectado en este contexto fue el de la práctica docente, cuyo trabajo en conjunto con las escuelas asociadas posibilitaban un espacio de formación para el futuro docente. A nivel jurisdiccional se tomó la decisión de que los alumnos residentes, docentes y co-formadores trabajaran en terreno desde la virtualidad para acreditar los espacios del campo de la práctica.
Es interesante como la educación virtual con todos los desafíos que representaba no parecía validarse como un espacio de formación, más interesante aun era como planificabamos con la esperanza del retorno al aula aunque no sabíamos cómo ni cuándo seria posible. Nos resultaba imposible concebir en nuestro imaginario social otro espacio de formación para la práctica que no fuese la institución escolar, la cual se encuentra arraigada en la matriz de nuestra formación como el lugar privilegiado de encuentro entre docente y alumnos.
La pandemia tal vez solo puso en evidencia como aún no habíamos logrado dejar de lado la lógica propia de la pedagogía tradicional en la formación docente; otra muestra de ello era como insistíamos en llevar la clase magistral adelante, como pedíamos el micrófono apagado a los alumnos que debían escuchar atentos una clase a través de una pantalla en donde “nos veíamos sin vernos”.
Esto no es una crítica, nadie estaba preparado para esta crisis, es solo un intento de reflexionar sobre los cimientos en los que se asienta la formación docente y como la pandemia dejo ver lo vigente que aún están las viejas tradiciones. Parece ser que el mayor desafío que debimos enfrentar en ese contexto fue entender que enseñar y aprender a la distancia no debía representar una analogía de lo presencial, lo que nos llevó a repensar las teorías de aprendizaje subordinadas al contexto que nos rodeaba.
Esta crisis mundial hizo mucho más evidente el contexto desigual en el cual están inmersos nuestros alumnos, en donde el hecho de no contar con un dispositivo inteligente limitaba su acceso a la educación y donde la conectividad “en el interior del interior” era y aún lo sigue siendo sumamente deficiente, cuestiones lamentablemente comunes que cobraban otra dimensión ante la necesidad de seguir aprendiendo.
Entre la incertidumbre, la urgencia, la improvisación y la necesidad iban surgiendo dudas cuyas respuestas tal vez no existían, pues este escenario único nos obligó a construir nuevas formas y discursos, obligándonos a pensar una pedagogía distinta y nos permitió imaginar nuevas posibilidades. Este contexto plagado de desafíos tan atípico que nos tocó vivir nos permitió ampliar nuestra mirada sobre lo educativo, nos llevó a repensar los límites y oportunidades que el sistema ofrecía y ofrece.
Es necesario que ese tiempo excepcional que nos tocó vivir haya sido de utilidad y nos permita encontrarnos con más asiduidad para dialogar y reflexionar sobre nuestras prácticas, y así poder encontrar nuevas estrategias y espacios que nos lleven a construir formas innovadoras de aprender y de enseñar.
En nuestro país, desde siempre y mucho más en pandemia, una gran mayoría de los docentes llevaron adelante un trabajo excelente. Hay mucho por mejorar, es cierto, pero mirando y analizando lo que han hecho todos los docentes comprometidos, con más o menos herramientas y posibilidades, debemos reconocer que se pusieron al hombro el desafío de sostener la continuidad educativa a la distancia y lo lograron con creces.